El pájaro espino

Título: El pájaro espino
Autor: Colleen McCullough (Wellington, Australia 01/junio/1937)
Editorial: Ediciones B
The Thorn Birds 1977

   Hay una leyenda sobre un pájaro que canta sólo una vez en su vida, y lo hace más dulcemente que cualquier otra criatura sobre la faz de la tierra. Desde el momento en que abandona el nido, busca un árbol espinoso y no descansa hasta encontrarlo. Entonces, cantando entre las crueles ramas, se clava él mismo en la espina más larga y afilada. Y, al morir, envuelve su agonía en un canto más bello que el de la alondra y el del ruiseñor. Un canto superlativo, al precio de la existencia. Pero todo el mundo enmudece para escuchar, y Dios sonríe en el cielo. Pues lo mejor sólo se compra con grandes dolores… Al menos, así lo dice la leyenda.

   Este inicio de la novela promete darnos a conocer una gran vida que se sacrifica en pos de los demás, pero te lees un enredo de gente que obedece en ocasiones a sus más bajos instintos. Pronto uno advierte que es la historia de una obsesión disfrazada de amor prohibido, el de un sacerdote & una muchacha.
       Los personajes en la historia se están midiendo y estudiando entre ellos con el fin de atrapar o espiar uno al otro. El sacerdote es Ralph de Bricassart al que una anciana millonaria tienta con una fortuna, y cayendo en esa ruina va tras otra, mientras cae intenta ser honesto, misión imposible porque va dividiendo su corazón entre las riquezas, la joven Meggie Cleary, el sacerdocio, Dios, sus deseos de alcanzar posiciones jerárquicas en el Vaticano.

      La novela toca temas que muchos consideran sagrados como el matrimonio, el sacerdocio, y lo hace rompiendo la concepción de los mismos, aún así es llamativo como resiste temas como la homosexualidad. Hoy en día con la heterofobia reinante quizás quemarían al libro por el siguiente pasaje:
    
   Las dos chicas del piso de enfrente eran lesbianas y habían saludado con entusiasmo la llegada de Justine, hasta que se dieron cuenta de que no sólo no le interesaban, sino que ni siquiera despertaban su curiosidad. Al principio, no estaba muy segura de lo que insinuaban; pero, cuando se lo dijeron claramente, se encogió de hombros, impertérrita. Y así, después de un período de adaptación, se convirtió en su caja de resonancia, en su confidente neutral, en su puerto en caso de tormenta; prestó fianza para sacar a Billie de la cárcel; llevó a Bobbie al hospital, para un lavado de estómago, después de una disputa particularmente grave con Billie; se negó a ponerse en favor de una de las dos cuando Pat, Al, Georgie y Ronnie, aparecieron sucesivamente en su horizonte. «Parecía una clase de vida emocional muy insegura», pensó. Los hombres eran bastante malos, pero, al menos, tenían el aliciente de una diferencia intrínseca.

   Meggie soportaba casi todo, el esposo que se busca no disimuló nada de lo que haría, pero ella va ciega y despechada tras él. Está usted demasiado acostumbrada a hacer su voluntad, señorita Meghann. Si quiero llamarla Eustaquia Sofronia Augusta, lo haré; conque, ¡ya lo sabe!

   La historia abarca más de 50 años, varios mueren o quedan en el olvido, pero no da para sentimentalismos entre los que continúan viéndose y para muestra basta el diálogo entre Meggie y su madre luego del nacimiento del segundo hijo.

   Hay gente que se muere o vive ahora lejos y pasa aquello inevitable...  gradualmente, empezó a borrarse un poco su recuerdo, como suele ocurrir incluso con el de aquéllos que han sido muy amados; como si se produjese en la mente un proceso de cicatrización inconsciente, a pesar de nuestros desesperados esfuerzos de no olvidar jamás.

    ¡Hum...! ¿Por qué no era la vida una cosa clara y bien organizada? Lees esta  pregunta y te podrías conmover un poco; pero, ¡A ver si nos ponemos serios! Toman cada decisión a cual más desacertada y cuando le llueven las consecuencias... En fin, este interrogante en labios de muchos de los protagonistas de la novela es risible.

    La novela es también conocida como El pájaro canta hasta morir, del mismo se ha hecho una miniserie treinta años atrás, Ralph de Bricassart era Richard Chamberlain, 

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