Flor de leyendas

Alfredo Casona

Flor de Leyendas

Alejandro Casona (1903-1965)


   Casona en 1932 recibe el premio Nacional de Literatura por Flor de Leyendas. A causa de la guerra civil deja España y luego en Argentina sigue escribiendo y disfrutando del éxito, su obra teatral "Los árboles mueren de pie" fue representada ininterrumpidamente durante cuatro años.

   Le da una vuelta de tuerca a historias que conocemos, es una invitación a seguir leyendo. Un libro breve que disfruta, de principio a fin, tanto el niño como el adulto.

   En Flor de Leyendas encuentras: Villancico y Pasión, El anillo de Sakúntala, Nala y Damayanti, La muerte del niño Muni, Las leyendas de Balder, Historia del pájaro que habla, el árbol que canta y el agua de oro (tomada de las Mil y una noches), Lohengrin, Héctor y Aquiles, Los Nibelungos, El cantar del Roldán, El cantar del Mio Cid, Tristan e Iseo, Guillermo Tell, Dioses y gigantes.

   Sospechosa omisión. ¿Por qué motivo algunas ediciones no traen Villancico y Pasión? No lo sé. pero aquí voy al rescate y te dejo el relato para que lo leas. 

     Villancico y Pasión. 

   Aquella noche de diciembre no era una noche como las demás. El viento de hielo que hacía temblar los olivos de Jerusalén a Nazaret sí era el mismo; la nieve que tendía sobre el praderío sus manteles agujereados de charcos, sí era la misma; y también los carámbanos que colgaban sus barbas de enano en los tejados de las chozas. Y, sin embargo, bien claro se veía que no era una noche como las demás; porque en su blancura silenciosa había una íntima tensión, un jadeo impaciente de músicas nunca oídas, un remoto latir de raíces anunciadoras de no se sabe qué tremendo y dulcísimo milagro.
   El viento, en vez de aullar al enredar sus cabellos en las ramas, les susurraba algo urgente y sigiloso como una consigna, y las ramas se abrían asombradas dejándole paso. Las ovejas , acarradas en el redil, se apretujaban inquietas, con un temblor que por primera vez no era miedo. Y hasta la misma nieve sentía un entrañable escozor que le venía de muy adentro y que trasminaba de ella como un caliente vaho animal. Era como si la noche entera, conteniendo la respiración, se hubiera puesta a pensar intensamente para que la nueva madrugada tuviera una nueva idea.
   Tan distinta de las otras era aquella noche, que el cielo mismo se consideró obligado a condecorarla con una estrella más. Los pastores, buenos sabedores de estrellas, no podían engañarse; era una estrella viajera que venía de Oriente, de las tierras morenas del camello y las especias, donde los reyes, al celebrar sus bodas y nacimientos, se hacen entre sí las ofrendas tradicionales del oro, el incienso y la mirra.
   ¿Qué mensaje de cataclismo o maravilla traería aquel lucero errante ?
   De pronto rasgó los aires el clarín angélico y todos los pastores se miraron estremecidos. Cuando los pobres escuchan trompetas, nunca esperan nada bueno. Ellos aguardaban algo tan terrible que quizá no fueran capaces de soportarlo, o tan grande que quizá no fueran capaces de comprenderlo. Pero las sencillas palabras de la Anunciación los tranquilizaron. ¡Era solamente que iba a nacer un niño pobre!
   Entonces cayeron de rodillas y cantaron un aleluya de aliviado gozo. Porque un misterio tan dulce y tan pequeño cabía dentro de su corazón.
   En el establo de barro y paja, como los nidos de las golondrinas, dormía el recién nacido entre la mula y el buey. María le brezaba con una de aquellas canciones lentas que llenaban sus largos silencios de costurera. José trataba de asegurar la puerta salida de sus goznes. Todavía no habían llegado los reyes ni los pastores.
De repente la puerta se abrió violentamente, y otro hombre y otra mujer entraron en el refugio con otro niño. La barba aborrascada del hombre y el largo cuchillo que llevaba cruzado en el cinturón de soga atemorizaron a María, recordándole viejas historias de ladrones.
   - No temáis, dijo el hombre; los soldados me persiguen, pero nunca he hecho otro mal que el necesario para defender nuestras vidas. Sólo pido refugio y un poco de fuego para mi mujer y mi hijo.
   - Acércate, dijo María a la mujer, tus ropas están heladas. Dame a tu hijo que lo duerma en mi regazo.
Y tendió las manos, pero la mujer la rechazó con un grito:
   - ¡No! ¡Nadie puede tocarlo más que yo! El tuyo es hermoso y sano. Guarda tus manos para él.
   María la miró con extrañeza, sin comprender, y la vio llorar en silencio, besando aquella carne de su carne para calentarla, como una vaca a su nacido.
   Cuando fijó sus ojos en el cuerpo del niño comprendió por fin. Unas pústulas rosadas se abrían en sus rodillas, y redondas escamas de plata le salpicaban el pecho como la tiña del musgo blanco en el tronco del abedul.
   - ¡Lepra!...
   ¡No tengáis miedo, repitió el hombre del cuchillo..; no nos acercaremos al vuestro. Ya estamos acostumbrados a andar siempre al borde de los caminos, a no pisar los molinos ni las viñas, a pedir el pan desde lejos y no dirigir la palabra a nadie si no es con la boca contra el viento. Pero la noche está helada, y el pequeño no podría resistirla. Solo pedimos un poco de fuego en un rincón.
   María se sintió conmovida en las entrañas. Tranquilizó a José con una mirada, dejó a su Niño en el pesebre, al aliento manso de la mula y el buey, y tomando resueltamente al enfermo en su brazos lo tendió en el cuenco todavía caliente de las rodillas donde había dormido a su Hijo. Y apretándolo contra el pecho siguió cantando en voz baja para el pequeño leproso.
   Al amanecer, cuando los pastores caminaban hacia el establo entre flautas y rabeles, portando sus aguinaldos y recentales y quesos montaraces, todas las huellas del "mal blanco" habían desaparecido milagrosamente. el niño leproso reía feliz, con todo su cuerpo sano y limpio. Solamente en el hombro derecho le había quedado en recuerdo una marca de plata pequeña y blanca como una flor de lis.

   Treinta y tres años más tarde ardía Palestina en rebeliones de doctrina contra la Roma pagana y de independencia contra la Roma imperial. Los mártires de una y otra eran llevados al suplicio infame del madero acusados de falsos profetas o de ladrones.
   A la cárdena luz de la tarde el dulce Jesús de Galilea agonizaba en su cruz. A su diestra, un fuerte montañes de barba aborrascada se retorcía entre los cordeles de la suya con un lamento más semejante a una queja que a una protesta.
   -¿Por qué me acusan de vivir fuera de la ley si nunca me han dejado vivir dentro? De niño solo conocí el borde de los caminos, ni el lagar de las uvas ni el umbral de los molinos me permitían pisar, ni pedir pan si no era con la boca contra el viento. Nací, como los míos , marcado por el mal y la miseria. De mi padre solo heredé un cuchillo y el instinto animal de las montañas. ¿De qué pueden acusarme ahora los que me acosaron siempre como un perro sarnoso? Solamente una dulce mujer me cantó una noche de nieve sobre sus rodillas y a ella le debo la vida tanto como a mi propia madre. Si hice algún mal inútil, yo te pido perdón por su recuerdo...
   El Rabí le miro profundamente, y vio que en el hombro derecho tenía una marca de plata pequeña y blanca como una flor de lis.
   Entonces le sonrió piadosamente con las palabras del perdón:
   -En verdad te digo que esta misma noche entrarás conmigo en Casa de mi Padre.

El septimo secreto

El Séptimo secreto


Irving Wallace (1916 - 1990)




Encuentros cercanos con algún tipo.
   Desconozco si alguna vez te estremeciste al vivir un encuentro anacrónico, imposible, con una persona. Recuerdo mi sobresalto, semanas atrás, al ver a un clon de HG Wells en el transporte público, encima mi móvil no tenía batería y no pude fotografiarlo y cuando discretamente pregunté a quién estaba a mi lado si conocía a HGW advertí que su mente estaba como mi móvil.

   Pero en otra oportunidad lo que sucedió fue muy distinto, y el sobresalto dio lugar primero al temor y luego a la risa. Argentina, años atrás; visitaba un pueblo muy pequeño, haré un piadoso silencio sobre su nombre, a más de 1200 kilómetros de la Capital Federal (sí mil doscientos, Argentina es un país extenso). Una fiesta al aire libre, entre 90 a 120 asistentes. Allí estaba él, con un traje típico argentino. Inclinaba hacia abajo su cabeza, eso y su sombrero ocultaban su rostro. Como charlé y reí con todos, en un momento me acerqué a él, al estrechar su mano volví a hablar en alemán, como en el pasado; me sorprendí a mi mismo susurrando: "¿Mein Führer?". Pero no, claro que no, ¡no era el Führer!; y nunca, nunca, ha sido mein. Mi interlocutor tendría unos 85 años, y sí: ¡tenía el bigotito hitleriano! pero, además una sordera que agradecí ya que sólo yo escuché mi ¿Mein Führer?

—Yo le propuse que buscara una última vez dos elementos de prueba: otra mandíbula con otro puente dental, el que yo arreglé para Hitler, el auténtico. Si usted, Fräulein Ashcroft, lo encuentra, sabrá entonces que Hitler había muerto y que fue incinerado, como tantos afirman.

Elvis no ha muerto ¿Y Hitler?
   Wallace plantea su novela sobre la posibilidad de que Adan y Eva no hayan muerto, perdón quise decir Adolfo y Eva, es decir que Hitler y Braun sobrevivieron en Berlin. 
   
    El séptimo secreto tiene un buen inicio. Comienza vertiginosamente. Un prestigioso escritor asesinado justo antes de publicar una biografía definitiva sobre Hitler. Wallace suele documentarse primero y escribir después. Nos hace conocer un poco más al personaje de la vida real... ¿Sabías que Hitler pintó cientos de obras? Yo no lo sabía e incluso vendió varias obras (Si Vincent... así fue).

   Muchos años atrás, en una época en que el Feldherr estaba aburrido e inquieto, tuve una idea para que se entretuviera. Saqué una fotografía, una tarde a última hora, del Reichsluftfahrtministerium, el viejo local de Göring, y se la entregué al Feldherr para que se entretuviera reproduciéndola en una pequeña pintura.

   La trama da un giro cuando aparece un Hitler auténtico que no concuerda con la historia oficial.


María con Jesús obra de Hitler.
   Es llamativo cómo los críticos de arte valoraron su obra por que en cuanto sabían que Hitler fue el autor: la obra era mala, tuto, caca, chas chas. Pero si no le avisaban quién las pintó eran muy buenas. Cosas que pasan.


Puntos en contra.
   Hacer sobrevivir a Hitler en Berlin y no en Argentina. Sobre todo teniendo en cuenta lo del doctor Mengele, Eichmann, Priebke, Kopps, Stangl, etc; el submarino de la SS en MDQ y lo de aquel cementerio salesiano.
   Al principio parece que seguirá el esquema de Cronin cuando nos presenta ese enamoramiento a primera vista, almas gemelas, etc. Epa, que de sopetón se convierte en un Henri Miller e innecesariamente nos expone a escenas que impiden recomendar su obra. De novela de misterio cambia a relato de viejo sucio y degenerado. 
   Wallace tiene más interés en desarrollar el encuentro sexual de sus personajes que esmerarse en mejorar el último tramo de su libro. El final es flojo, revanchista, inmaduro. Un final  Hollywoodense y donde Wallace no puede ocultar que su apellido familiar es Wallechinsky.

   La realidad es más entretenida que la ficción. Aquí se cumple e Irving Wallace en El séptimo secreto le erra a la geografía, y no sólo a la geografía. 22/11/63... Gimme a break!

 Nota a mi mismo: No leer libros escritos por Youtubers. No leer novelas sobre la Segunda guerra Mundial.

La mujer que escribió Frankenstein

esther cross

La mujer que escribió Frankenstein.

Esther Cross (Buenos Aires, 1961)



   Existe un pueblo que tiene cerca de 200 años y careció en sus inicios de planificación, orden o proyecto. Desde hace pocos años vivo en ese pequeño pueblo y descubrí una grave dificultad: aun no tiene planificación alguna, orden o proyecto.
   Días atrás murió el padre de un amigo. Su sepelio sería en el cementerio de mi pueblo. Compramos el lote o terreno vecino al de su esposa. Un hallazgo inesperado, la pala chocó la madera de un antiguo ataúd; por suerte aún no llegaba el cortejo. Nos regresaron el dinero. No sabían quienes eran los titulares de ese lote ni quienes estaban en esos dos ataúdes que rápidamente cubrieron con tierra y con terror.
   Improvisamos. Conseguimos un lugar temporal para el difunto que siendo marxista seguramente habría ordenado expropiar esa tumba que nos vendieron y de la que luego nos despojaron. Mientras rezábamos por su eterno descanso alguien todavía susurraba: "¿Qué hacemos acá? ¡Esta no es la tumba!¡No es aquí". El que decía esto, por supuesto, no vive en mi pueblo. Al llegar a casa sabía qué libro leer.

    La mujer que escribió Frankenstein presenta la vida de Mary Shelley  y el testimonio de la época.  Esther Cross nos relata las investigaciones, los avances científicos y experimentos que se realizaban en aquellos años. Experimentos galvánicos, disecciones y profanaciones de tumbas son hechos que al describirse nos hacen pensar que la novela Frankenstein no es más que una novela realista. Vas leyendo el libro y te convences de que MS no podía escribir otra novela que la de su moderno Prometeo. 

   Se vive una época en que los cuerpos de los difuntos no se quedan quietos. Se trasladan féretros de un cementerio a otro, se profanan tumbas, se exponen cadáveres... e incluso lo del monstruo: los muertos cobran vida.
   El párrafo anterior no sólo describe a los pilluelos decimonónicos y sus andanzas. ¡Los pilluelos de nuestra época no son tan distintos! Basta ver esos presidentes que nadie votó: como Hugo Chavez jugando a CSI Caracas profanando la tumba de Simón Bolivar o Pedrosan intentando jugar a lo mismo con Franco. O esas muestras de supuesto arte que exponen cadáveres sin piel y recorren países y continentes enteros. Ni qué decir de Orgullo y prejuicio zombie, o El Quijote y Zombie Panza y tanta película, serie, libro e historieta de muertos vivos que pueblan nuestros días. 
   
   El libro tiene el identikit del monstruo al que el doc llama  en vano de muchas maneras y al cual nosotros llamamos como el doc.    
   Mary Shelley descubre que es famosa y que colocar en  un escrito "por la autora de Frankenstein" facilita las cosas, algo parecido a poner una frases de Stephen king o del New York Times en la portada de tu novela. Una cosa que me sorprendio es que ella pudo ver representado a Franki en el teatro. 

    ¿Leer este libro antes o después de leer Frankensteín? No lo sé. Elige tu propia aventura. Pero no dejes de leerlo, es un libro interesante y muy recomendable.


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