Autor: Joseph Ratzinger (Baviera, Alemania 16/Abril/1927)
Benedicto XVI (Papa 265 de la Iglesia Católica)
Editorial: Planeta
Entre 2007 y 2012 Benedicto XVI publicó un libro llamado Jesús de Nazaret, Se publicó en tres partes:
1 La infancia de Jesús (2012)
2 Desde el bautismo en el Jordán hasta la transfiguración (2007)
3 Desde la entrada a Jerusalén hasta la Resurrección (2011)
Nunca había leído un libro del autor, y ha escrito muchos. Tenía el temor de que sea muy académico y de difícil comprensión. Por suerte he disfrutado de su lectura, el libro es breve, muy ameno, y está escrito con claridad.
Benedicto XVI explica en detalle los distintos pasajes en torno al nacimiento y la infancia de Jesús. Él además se hace eco de muchas de esas afirmaciones que pretenden desprestigiar lo anunciado en el Nuevo Testamento, para manifestar con claridad errores y prejuicios en torno a Jesús de Nazaret. A continuación tres pasajes del libro:
La Alegría. ¡Alégrate! Con este saludo del ángel —podríamos decir— comienza en sentido propio el Nuevo Testamento.
La misma palabra reaparece en la Noche Santa en labios del ángel, que dijo a los pastores: «Os anuncio una gran alegría» (cf. 2,10). Vuelve a aparecer en Juan con ocasión del encuentro con el Resucitado: «Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor» (20,20). En los discursos de despedida en Juan hay una teología de la alegría que ilumina, por decirlo así, la hondura de esta palabra: «Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría» (16,22).
La alegría aparece en estos textos como el don propio del Espíritu Santo, como el verdadero don del Redentor. Así pues, en el saludo del ángel se oye el sonido de un acorde que seguirá resonando a través de todo el tiempo de la Iglesia y que, por lo que se refiere a su contenido, también se puede percibir en la palabra fundamental con la cual se designa todo el mensaje cristiano en su conjunto: el Evangelio, la Buena Nueva.
Signo de contradicción. Como trasfondo de la palabra sobre los muchos que caen y se levantan está la alusión a una profecía tomada de Isaías 8,14, en la cual se indica a Dios mismo como una piedra en la que se tropieza y se cae. La oposición del hombre contra Dios recorre toda la historia.
Aquí no se habla del pasado. Todos nosotros sabemos hasta qué punto Cristo es hoy signo de una contradicción que, en último análisis, apunta a Dios mismo. Dios es considerado una y otra vez como el límite de nuestra libertad, un límite que se ha de abatir para que el hombre pueda ser totalmente él mismo. Dios, con su verdad, se opone a la multiforme mentira del hombre, a su egoísmo y a su soberbia.
Dios es amor. Pero también se puede odiar el amor cuando éste exige salir de uno mismo para ir más allá. El amor no es una romántica sensación de bienestar. Redención no es wellness, un baño en la autocomplacencia, sino una liberación del estar oprimidos en el propio yo. Esta liberación tiene el precio del sufrimiento de la cruz. La profecía de la luz y la palabra acerca de la cruz van juntas.
Como hemos visto, este oráculo sobre el sufrimiento se hace finalmente muy concreto; una palabra dirigida directamente a María: «Y a ti, una espada te traspasará el alma» (Lc 2,35). Podemos suponer que esta frase haya sido conservada en la antigua comunidad judeocristiana como palabra tomada de los recuerdos personales de María. Allí se conocía también, basándose en dicho recuerdo, el significado concreto que tenía la frase. Pero también nosotros podemos saberlo, junto con la Iglesia creyente y orante. La oposición contra el Hijo afecta también a la Madre e incide en su corazón. La cruz de la contradicción, que se ha hecho radical, se convierte en ella en una espada que le traspasa el alma. De María podemos aprender la verdadera compasión, libre de sentimentalismo alguno, acogiendo el dolor ajeno como sufrimiento propio.
En los Padres de la Iglesia se consideraba la insensibilidad, la indiferencia ante el dolor ajeno como algo típico del paganismo. La fe cristiana opone a esto el Dios que sufre con los hombres y así nos atrae a la compasión. La Mater Dolorosa, la Madre con la espada en el corazón, es el prototipo de este sentimiento de fondo de la fe cristiana.
*San José recibe en un sueño la orden del ángel de Dios: se le manda levantarse a toda prisa, tomar al niño y a su madre, huir a Egipto y permanecer allí hasta nueva orden, «porque Herodes va a buscar al niño para matarlo» (Mt 2,13).
La Alegría. ¡Alégrate! Con este saludo del ángel —podríamos decir— comienza en sentido propio el Nuevo Testamento.
La misma palabra reaparece en la Noche Santa en labios del ángel, que dijo a los pastores: «Os anuncio una gran alegría» (cf. 2,10). Vuelve a aparecer en Juan con ocasión del encuentro con el Resucitado: «Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor» (20,20). En los discursos de despedida en Juan hay una teología de la alegría que ilumina, por decirlo así, la hondura de esta palabra: «Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría» (16,22).
La alegría aparece en estos textos como el don propio del Espíritu Santo, como el verdadero don del Redentor. Así pues, en el saludo del ángel se oye el sonido de un acorde que seguirá resonando a través de todo el tiempo de la Iglesia y que, por lo que se refiere a su contenido, también se puede percibir en la palabra fundamental con la cual se designa todo el mensaje cristiano en su conjunto: el Evangelio, la Buena Nueva.
Signo de contradicción. Como trasfondo de la palabra sobre los muchos que caen y se levantan está la alusión a una profecía tomada de Isaías 8,14, en la cual se indica a Dios mismo como una piedra en la que se tropieza y se cae. La oposición del hombre contra Dios recorre toda la historia.
Aquí no se habla del pasado. Todos nosotros sabemos hasta qué punto Cristo es hoy signo de una contradicción que, en último análisis, apunta a Dios mismo. Dios es considerado una y otra vez como el límite de nuestra libertad, un límite que se ha de abatir para que el hombre pueda ser totalmente él mismo. Dios, con su verdad, se opone a la multiforme mentira del hombre, a su egoísmo y a su soberbia.
Dios es amor. Pero también se puede odiar el amor cuando éste exige salir de uno mismo para ir más allá. El amor no es una romántica sensación de bienestar. Redención no es wellness, un baño en la autocomplacencia, sino una liberación del estar oprimidos en el propio yo. Esta liberación tiene el precio del sufrimiento de la cruz. La profecía de la luz y la palabra acerca de la cruz van juntas.
Como hemos visto, este oráculo sobre el sufrimiento se hace finalmente muy concreto; una palabra dirigida directamente a María: «Y a ti, una espada te traspasará el alma» (Lc 2,35). Podemos suponer que esta frase haya sido conservada en la antigua comunidad judeocristiana como palabra tomada de los recuerdos personales de María. Allí se conocía también, basándose en dicho recuerdo, el significado concreto que tenía la frase. Pero también nosotros podemos saberlo, junto con la Iglesia creyente y orante. La oposición contra el Hijo afecta también a la Madre e incide en su corazón. La cruz de la contradicción, que se ha hecho radical, se convierte en ella en una espada que le traspasa el alma. De María podemos aprender la verdadera compasión, libre de sentimentalismo alguno, acogiendo el dolor ajeno como sufrimiento propio.
En los Padres de la Iglesia se consideraba la insensibilidad, la indiferencia ante el dolor ajeno como algo típico del paganismo. La fe cristiana opone a esto el Dios que sufre con los hombres y así nos atrae a la compasión. La Mater Dolorosa, la Madre con la espada en el corazón, es el prototipo de este sentimiento de fondo de la fe cristiana.
*San José recibe en un sueño la orden del ángel de Dios: se le manda levantarse a toda prisa, tomar al niño y a su madre, huir a Egipto y permanecer allí hasta nueva orden, «porque Herodes va a buscar al niño para matarlo» (Mt 2,13).
En el
año 7 a. C., Herodes había hecho ajusticiar a sus hijos Alejandro y
Aristóbulo porque presentía que eran una amenaza para su poder. En
el año 4 a. C. había eliminado por la misma razón también al hijo
Antípater. Él pensaba exclusivamente según las categorías del
poder. El saber por los Magos de un pretendiente al trono debió de
ponerlo en guardia. Visto su carácter, estaba claro que ningún
escrúpulo le habría frenado.
«Al
verse burlado por los Magos, Herodes montó en cólera y mandó matar
a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus
alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los
Magos» (Mt 2,16)
Nota.
* Papa es un acrónimo del latín Petri Apostoli Potestatem Accipiens: 'el que sucede al apóstol Pedro'
* Cada Papa tiene sus "obras completas" que componen su magisterio e incluye por ejemplo las encíclicas o las exhortaciones apostólicas. Existen otros libros entrevistas, autobiografías (Don y Misterio) o escritos que expresamente declaran que no integran su magisterio. A este último grupo pertenecen por voluntad de su autor este volumen de La infancia de Jesús y los dos restantes que completan la vida de Jesús.
* Cada Papa tiene sus "obras completas" que componen su magisterio e incluye por ejemplo las encíclicas o las exhortaciones apostólicas. Existen otros libros entrevistas, autobiografías (Don y Misterio) o escritos que expresamente declaran que no integran su magisterio. A este último grupo pertenecen por voluntad de su autor este volumen de La infancia de Jesús y los dos restantes que completan la vida de Jesús.
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