Editorial: Alianza . Colección Alianza Cien. Madrid 1993.
Un hombre que vivió al limite, llevó a delante grandes empresas, controvertido, a veces contradictorio: ese es Jack London. Muere joven pero deja una legado que sigue atrayendo el interés de legión de seguidores.
Por un bistec. La historia de un boxeador que pone su esperanza en la victoria de una pelea para ganar lo suficiente para llevar esperanza a su hogar y un bistec a su plato. Pelear con vejez, pobreza, mal entrenado y peor alimentado.
Las primeras páginas me abrumaron por lo descriptivo, la adjetivación excesiva para un cuento según mi parecer, luego el relato entra en un ritmo en el que ya no se advierte tales detalles. Sin que sea de mi agrado el boxeo London logra meternos en el ring, y acompañar al luchador en su combate.
La historia comparte aquel pensamiento cíclico de las oportunidades. Recordé cuando fue necesario hacer una observación a quien reaccionaba iracundamente, no le gusto nada y me dijo sin dejar de lado la ira: "la vida es una calesita, hoy estamos abajo, la próxima arriba". Yo le dije "amigo, compórtese como se debe arriba o abajo de su calesita". No sé si cambio de modo de pensar pero, se serenó bastante.
El Chinago. Cuenta la historia de trabajadores (¿esclavos?) en Tahití explotados por europeos que buscan sacar el máximo provecho de cada hombre. Un juicio o una pantomima de justicia es la que condena a un grupo de trabajadores, donde un incidente gemelo a esos que se ven en 1984 de Orwell da un giro a la historia. Los asiáticos eran todo un tema para JL que los denostaba a ratos y los aceptaba en otros momentos, reflejo su postura en esta realidad de su espíritu apasionado y contradictorio.
Fantásticos cuentos del maestro Jack London. Yo los pillé en la librería allá por los 90, después de haber leído "La llamada de la selva", "Colmillo Blanco" y escuchar algún cuento corto que un profesor nos puso en un radiocasette, en clase. Su estilo descriptivo al comienzo de "Por un bistec", nos introduce mucho más en la singularidad de la época, en la miseria que corroía a aquellos años dorados que, por entonces, se anunciaban.
ResponderEliminarGracias José Luis por tu comentario, por que es de esos que enriquecen y que le bajan el tono a lo que digo. A veces exagero, me alucino por el texto o saco algún berrinche como esto de lo descriptivo que rescatas.
EliminarPero... shhh ¿Qué es eso de contar anécdotas de radiocasettes? ¡Vamos! Que estamos en el siglo XXI; y hay gente que piensa que los que escuchábamos radiocasettes ya nos habíamos extinguido. Un abrazo.