Juicio Final

Título: Juicio Final.
Autor: John Katzenbach (EU 23/junio/1950)
Editorial: Ediciones B

Just Cause 1992
   Nuevamente Katzenbach apela a la dupla asesino-periodista. En Al calor del verano un hombre llama a un periodista para confesar un crimen. En Juicio Final un preso del pasillo de la muerte escribe a un periodista y se declara inocente.


    Matthew Cowart es quien recibe la carta de Robert Earl Ferguson. Cowart está en contra de la pena capital, se desplaza a prisión y se entrevista con Ferguson. Contar su historia lo lleva al Pulitzer y a su defendido a la libertad. Rescató a un inocente de morir en la silla eléctrica. Pronto nuevos sucesos hacen sospechar al premiado de haber sido usado como un titere.

   El detective se abalanzó desde el otro lado de la mesa y agarró al periodista de la chaqueta, arrastrándolo hasta sus pies.

—¡Me está cabreando, gilipollas! ¡Y más le vale que no me cabree!
   Brown se lanzó para sujetar a su compañero con una mano y apartarlo de un empujón, dominando fácilmente a aquel hombre enjuto y más pequeño que él. No dijo nada, ni siquiera cuando Wilcox se volvió hacia él farfullando con rabia apenas controlada. Luego se volvió hacia Cowart, pero acabó saliendo de la oficina, con los puños apretados y sin poder articular palabra.
   Cowart se recompuso la chaqueta y se dejó caer en la silla pesadamente. Respiraba agitadamente y la adrenalina le palpitaba en las sienes. Tras unos momentos de silencio, lanzó una mirada a Brown.
—No irá a decirme ahora que no golpeó a Ferguson y que en las treinta y seis horas de interrogatorio en ningún momento perdió la paciencia.

   Katzenbach presenta un relato ameno con giros un tanto predecibles. De los periodistas el único sagaz es el protagonista; sus colegas parecen anulados por la admiración y la envidia. ¡Nadie incomoda o acorrala a Cowart!, Bah.

    EFI. Esta novela cae, como ya lo hizo JK en Un asunto pendiente nos trae una Escena Final Increíble: en la persecución del asesino los policías deciden llevar al periodista con ellos. No creo que en el desenlace de una novela todos los personajes deban estar presentes, es verdad que es más fácil contar que pasa y como participa o reacciona cada uno de ellos, matas a todos los pájaros de un tiro.
    
   Hay gente que sufriendo el modo en que terminan libros o películas, crean su versión alternativa y nos muestran cómo deberían haber terminado ciertas producciones. Aquí cómo debería haber terminado El imperio contraataca:  

    

—. Dígame, Cowart, ¿usted también es un asesino?
—¿Qué?
—¿Ha matado alguna vez? ¿En el ejército, quizás? Es lo bastante mayor para haber ido a Vietnam, ¿estuvo allí? No, puede que no. Usted no tiene la mirada ausente de los veteranos. Pero tal vez haya destrozado un coche cuando era adolescente o algo así. ¿O tal vez mató a su mejor amigo, o a su principal enemigo, un sábado por la noche? ¿O quizá dijo a los médicos de algún maldito hospital que desenchufaran a su madre o su padre ya ancianos cuando sólo un deteriorado respirador les mantenía con vida? ¿Lo hizo, Cowart? ¿Alguna vez dijo a su esposa o su novia que abortara? A lo mejor, Cowart, está usted por encima de todo eso, ¿eh? ¿Ha esnifado rayitas de cocaína en esas fiestas de Miami? ¿Sabe cuántas vidas se perdieron en aquella remesa? Haga números… Vamos, Cowart, dígame, ¿también usted es un asesino?
—No, no lo creo.
Blair Sullivan gruñó:
—Se equivoca. Todos somos asesinos. Sólo tiene que fijarse bien.

Pd.: La tapa de esta novela tiene esos ojos de loco arriba del titulo al igual que los tiene El psicoanalista y La historia del loco, pero nada que ver con aquellas dos novelas. Ponen ojos de loco para ver si alguien pica la carnada.

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