Autor: Yu Hua 余华 (China 03/abril/1960)
Editorial: Seix Barral
活着 1993
Hay quienes han registrado como propias canciones populares, por ejemplo aquellos cantos que el labrador realiza durante su labor. ¡Vivir! Cuenta cómo un joven es contratado para recorrer los campos en busca de canciones populares.
Caminando, recorriendo pueblos conoce un anciano:
El buey de labranza, quizá profundamente cansado, permanecía allí plantado, cabizbajo. Detrás, con la espalda desnuda, el anciano que llevaba el arado parecía descontento de la actitud apática del viejo buey. Le oí decir con voz sonora:
-El buey ara el campo, el perro vigila la casa, el monje mendiga, el gallo anuncia la mañana, y la mujer teje, ¿dónde se ha visto un buey que no are? Así ha sido desde la antigüedad. ¡Vamos! ¡Muévete!
Como si reconociera su error, al oír las voces del anciano, el viejo buey cansado levantó la cabeza y avanzó tirando del arado.
Nosotros éramos gente del pueblo llano, los asuntos del Estado no es que no nos importaran, pero no los entendíamos. Nosotros obedecíamos al jefe de equipo, y el jefe de equipo obedecía a sus superiores. Lo que dijeran los superiores era lo que nosotros pensábamos y hacíamos.
Yu Hua entrelaza en su novela la revolución cultural y los fracasos comunistas con las desventuras del viejo Fugui Xu que cuenta su vida. Siendo joven deshonraba a su familia con vulgaridades que arrancan sonrisas en el pueblo ya que no se priva de hacerlas en presencia de todos. Deja en la ruina a su familia, su dinero pasa a manos de las prostitutas y sus posesiones le pertenecerán a sus compañeros de juegos. Conserva la vida. De la cima cae de bruces a la clase trabajadora más baja.
A Fugui Xu le suceden muchas desgracias, pero es un personaje tan estúpido que no logras empatizaar con él, sí con los que padecen la suerte a la que él los ha arrastrado.
Fugui tenía las dos manos sobre las rodillas y me miraba con los ojos entornados. Todavía no parecía ir a levantarse, y yo sabía que su historia no se había acabado. Pensé en pedirle que terminara de contármela antes de que se levantara...
Una expresión misteriosa afloró en los ojos de Fugui. No supe dilucidar si era de tristeza o de alivio. Su mirada pasó por encima de mi cabeza y voló a lo lejos.
Tiene que enfrentar las consecuencias de sus actos, pero además lo separan de su familia de imprevisto al obligarlo a ser parte del ejército. Las penurias del sistema comunista también le alcanzan. En un momento para fundir metales despojan al pueblo de sus ollas y sartenes, instalan un comedor que funciona apenas unas semanas.
En sólo un día, mi chaqueta de seda se había desgastado hasta romperse y me sangraba el hombro. Me fui solo hacia casa, andando y llorando, llorando y andando. Pensé que sólo por cargar con monedas todo un día me había quedado para el arrastre y me pregunté cuántos antepasados míos se habían dejado la salud para ganar ese dinero. En ese momento supe por qué mi padre había pedido monedas de cobre y no yuanes de plata, para que me diera cuenta de eso, para que me diera cuenta de lo dificilísimo que es ganar dinero. Al pensarlo no pude seguir andando. Me puse en cuclillas al borde del camino y me eché a llorar hasta que se me quedaron crispados los músculos de la cintura.
Caminando, recorriendo pueblos conoce un anciano:
El buey de labranza, quizá profundamente cansado, permanecía allí plantado, cabizbajo. Detrás, con la espalda desnuda, el anciano que llevaba el arado parecía descontento de la actitud apática del viejo buey. Le oí decir con voz sonora:
-El buey ara el campo, el perro vigila la casa, el monje mendiga, el gallo anuncia la mañana, y la mujer teje, ¿dónde se ha visto un buey que no are? Así ha sido desde la antigüedad. ¡Vamos! ¡Muévete!
Como si reconociera su error, al oír las voces del anciano, el viejo buey cansado levantó la cabeza y avanzó tirando del arado.
Nosotros éramos gente del pueblo llano, los asuntos del Estado no es que no nos importaran, pero no los entendíamos. Nosotros obedecíamos al jefe de equipo, y el jefe de equipo obedecía a sus superiores. Lo que dijeran los superiores era lo que nosotros pensábamos y hacíamos.
Yu Hua entrelaza en su novela la revolución cultural y los fracasos comunistas con las desventuras del viejo Fugui Xu que cuenta su vida. Siendo joven deshonraba a su familia con vulgaridades que arrancan sonrisas en el pueblo ya que no se priva de hacerlas en presencia de todos. Deja en la ruina a su familia, su dinero pasa a manos de las prostitutas y sus posesiones le pertenecerán a sus compañeros de juegos. Conserva la vida. De la cima cae de bruces a la clase trabajadora más baja.
A Fugui Xu le suceden muchas desgracias, pero es un personaje tan estúpido que no logras empatizaar con él, sí con los que padecen la suerte a la que él los ha arrastrado.
Fugui tenía las dos manos sobre las rodillas y me miraba con los ojos entornados. Todavía no parecía ir a levantarse, y yo sabía que su historia no se había acabado. Pensé en pedirle que terminara de contármela antes de que se levantara...
Una expresión misteriosa afloró en los ojos de Fugui. No supe dilucidar si era de tristeza o de alivio. Su mirada pasó por encima de mi cabeza y voló a lo lejos.
Tiene que enfrentar las consecuencias de sus actos, pero además lo separan de su familia de imprevisto al obligarlo a ser parte del ejército. Las penurias del sistema comunista también le alcanzan. En un momento para fundir metales despojan al pueblo de sus ollas y sartenes, instalan un comedor que funciona apenas unas semanas.
En sólo un día, mi chaqueta de seda se había desgastado hasta romperse y me sangraba el hombro. Me fui solo hacia casa, andando y llorando, llorando y andando. Pensé que sólo por cargar con monedas todo un día me había quedado para el arrastre y me pregunté cuántos antepasados míos se habían dejado la salud para ganar ese dinero. En ese momento supe por qué mi padre había pedido monedas de cobre y no yuanes de plata, para que me diera cuenta de eso, para que me diera cuenta de lo dificilísimo que es ganar dinero. Al pensarlo no pude seguir andando. Me puse en cuclillas al borde del camino y me eché a llorar hasta que se me quedaron crispados los músculos de la cintura.
Yu Hua cuida muy bien de que conozcamos a los personajes y a su contexto y logra hacerlo fusionando muy bien los elementos, vemos a los personajes y a la vez su entorno. Tiene otras novelas traducidas, espero pronto reencontrarme con Hua. Hay una película filmada en 1994, aun no la he visto.
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